miércoles, 5 de julio de 2006

 

listening: green day[she]

Catón
La lucha postelectoral

Las crisis de la vida hacen que los hombres se muestren tal cuales son. El domingo 2 de julio Andrés Manuel López Obrador tuvo una crisis de vida, y se mostró como es. Pensaron él y sus partidarios que tenían el triunfo asegurado. Citaron en el Zócalo a su gente, e hicieron imprimir grandes cartelones que decían: "Fiesta de la victoria". Pero se aguó la fiesta por algo más que por la lluvia: a la hora en que iban a celebrar haber ganado, AMLO y sus asesores ya sabían que los números del IFE favorecían a Felipe Calderón. Fue entonces cuando apareció López Obrador enseñando sus peores cualidades. Tanto en sus palabras ante la televisión como en el discurso que pronunció en el Zócalo se mostró violento, agresivo. "Exijo al Instituto Federal Electoral...", dijo con prepotencia. Habló de "mis resultados" -no de "los resultados"-, y anunció que defenderá una inventada ventaja de medio millón de votos que nadie supo de dónde la sacó. Al decir todo eso se veía nervioso, desencajado. Ya se sabe que el que grita y amenaza es porque no tiene la razón. Tal parece que López Obrador piensa que el Instituto Federal Electoral es una dependencia del Gobierno. Olvida que es un órgano de ciudadanos. Dicho de otra manera: el IFE somos nosotros. Cuando lo enfrenta en el modo arrogante en que lo hizo, a nosotros nos enfrenta. Calderón, en cambio, apareció sereno, firme. Su traza era ya de Presidente. Es cierto: también él se adelantó a los hechos al proclamar su triunfo antes de conocerse los resultados oficiales. Pero no podía dejar de hacerlo después de que AMLO se atribuyó primero la victoria, y además lo hizo sin desafiar a la autoridad electoral ni sembrar dudas sobre ella. Desde luego no hay todavía nada para nadie. Con prudencia y tino actuó el Instituto Federal Electoral cuando abrió un periodo de espera a fin de hacer con cuidado el conteo de los votos antes de dar a conocer el resultado final. La actuación del IFE fue impecable; tanto su presidente como los consejeros merecen felicitación, y con ellos todos los que tomaron parte en la organización de los comicios y en la evaluación de sus resultados. El Instituto se fortaleció. Los ciudadanos confiamos en su imparcialidad; sabemos que sus integrantes defenderán los resultados de la votación y harán imperar la ley por encima de la ambición o los caprichos personales. Les toca ahora a los consejeros emitir su dictamen final con estricto apego a la legalidad, sin tener en cuenta las presiones que los anuncios de una eventual violencia podrían ejercer sobre ellos. Su trabajo, en el fondo, es sencillo: se trata de una simple operación aritmética que consiste en sumar los votos emitidos y en determinar quién obtuvo la mayoría de esos votos. Obviamente la cosa no es tan fácil: la elección fue muy cerrada, y puede decidirse por un escaso número de votos. Sólo que cada voto cuenta, y aunque sea por uno solo se debe declarar un ganador. Habrá impugnaciones; se alegarán irregularidades para anular los resultados de tal o cual casilla; pero en la misma forma eso ha de resolverse con estricto apego al orden jurídico, y sin temor a nadie, porque no debe conseguirse en las calles lo que no pudo lograrse en las urnas. A una campaña áspera seguirá un periodo de intensa lucha postelectoral que bien podría prolongarse. Eso sería motivo de inquietud si no es porque los mexicanos demostramos, con una jornada electoral ordenada y tranquila, que queremos seguir viviendo en paz, y que por eso rechazamos cualquier forma de violencia. Quien la promueva le hará gran daño a México, y a más de eso volverá a perder... FIN.

afacaton@prodigy.net.mx

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