viernes, 12 de enero de 2007

 

listening: ram herrera[la mancha]

"Contemplé sus labios entreabiertos, sus ojos sutilmente verdes, su perfil suave y armonioso. La mire y remire sin que la vista se me cansara de tanto pasearse por ella y mientras tanto el corazón se me lleno de una sensación dulce y, a la vez triste. Al final, no pude resistir más el calor sofocante que bullía como un líquido hirviente en el pecho agitado y alargue la mano para acariciar la ansiada piel de aquella mujer. De ella. De la única. De Susana.

Hubiera deseado posar los dedos sobre su tez atrayente, deslizarlos por sus mejillas sedosas, bajarlos hasta sus labios finos y juguetear con su boca delicada. Todo antes de estrecharme contra ella y besarla una y otra vez. Todo eso lo ansiaba y entonces un ruido, seco, brutal, insoportable penetro en mis oídos como si te tratara de una lanzada que me hubiera horadado el vientre. Me removí agitado y, en la agobiante desazón, se me abrieron los ojos.

En la espesa y calida negrura palpe mi alrededor por unos instantes en busca de Susana, pero era obvio que no se encontraba a mi lado. No lo estaba como no lo había estado en todos estos años en que Ha-Shem había querido en Sus designios, sin duda justos, aunque inescrutables, traerme hasta esta tierra de Egipto. Esa tierra que era la misma de la que había sacado a mis antepasados hacia siglos por la mano de aquel hijo de Israel cuyo nombre era igual al mio. Moisés. Era una tierra en la que yo no había nacido, porque la primera luz la había visto en Sefarad, el lugar al que quiso huir el naví Jonás para no tener que predicar arrepentimiento a los inicuos asirios. De allí había tenido que salir huyendo algunos años atrás con mi hermano y mi padre; de allí venían todos mis recuerdos, los más dulces y los más dolorosos; de allí arrancaba la rememoración de la única mujer a la que había amado, Susana.

Boquee con angustia. No me llegaba el aire, pero, por encima de todo, me faltaba la paz. Era como si un tupido paño de congojas hubiera descendido implacable sobre mi rostro inerme y me impidiera respirar. Era como si, aun vivo, hubieran ceñido un apretado sudario pesado a mis quijadas que no me permitiera inhalar el fluido sutil que tan indispensable resulta para mantenernos con vida.

Trabajosamente me incorpore y de manera casi mecánica, casi sin pretenderlo, me lleve la diestra al lado izquierdo del pecho. El corazón me latía con más fuerza de la que hubiera deseado. Por un instante, llegue a pensar que en el se hallaba alojada mi alma y que, cansada de vivir tan lejos de Separad y, sobre todo, de la mujer a la que amaba, pretendía escapar aunque para ello tuviera que desgarrar la cárcel en la que se encontraba metida.

«El cuerpo es una tumba», pensé. Si, eso afirmaban algunos sabios de ese pueblo extraño que moraba en la tierra que en hebreo se llama
yavan y que otros conocen como Grecia. No estoy seguro dicho sea de paso, de la veracidad de ese aserto. Sin embargo, si hubiera podido tomar las alas del alba, habría acudido volando hasta ella.

El sueño, este sueño del que despertaba sobresaltado y rezumado de angustia, me había torturado desde hacia meses. Sin embargo se había convertido en un tormento especialmente doloroso durante la última semana."




como de tu tamaño

y no era pintor...




.nur.ein.traum.

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